¡Cambia el tinte de las cosas! ¡Dale color a tu vida! Podemos tener todos los colores del arcoiris y muchos más en nuestra ropa, en nuestro pelo, en nuestros muebles… y todo gracias al tinte sintético. El descubrimiento de William Perkin nos da la posibilidad de tener una amplia gama de tonalidades en nuestro día a día.

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William Perkin nació en Londres el 12 de marzo de 1838 en el seno de una familia numerosa, era el séptimo hijo. Su padre, George Perkin, dedicado al mundo de la construcción, tenía el deseo de que su hijo siguiera sus pasos en su profesión. Pero las inquietudes de William le llevaron a otro campo, la química.

Un experimento realizado por un amigo, cuando era niño, fue especialmente relevante para él y despertó su interés por esta ciencia. Con 14 años conoce a Thomas Hall y éste le anima a seguir por el camino de la química. Por lo tanto, con 15 años entra en el Colegio Real de la Química de Londres. Bajo la tutela de August Wilhem von Hofmann, comienza sus estudios. Dos años después se convierte en su asistente. Hofmann estaba inmerso en descubrir cómo sintetizar la quinina, necesaria para tratamientos como la malaria, a través de la oxidación de la anilina.

Perkin, aprovechando unas vacaciones de su superior, decidió probar algunas de sus propias ideas en la oxidación de la anilina con dicromato potásico y al diluirla con alcohol vio que surgía un tono púrpura, un color difícil y caro de obtener para teñir. Las compañías textiles estaban siempre buscando nuevos tintes y colores que aguantaran y no se despintaran con los lavados o con el sol. William decidió mandar su hallazgo a una fábrica de tintes en Escocia. La respuesta de la fábrica fue muy satisfactoria. Decidió, entonces, seguir sus investigaciones en esta campo en un laboratorio propio junto a su hermano Thomas y un amigo. Este color púrpura se llamó mauveine o malva de Perkin. 

En 1856, con sólo 18 años, Perkin patenta su producto. Hasta entonces los tintes se sacaban de la naturaleza, pero habían colores muy difíciles de conseguir. Este sería un gran paso para la industria textil.

Para la producción de tinte, necesitaba capital. Su padre y su hermano le ayudaron. Con los aportes económicos de los tres montaron una fábrica para producir su color púrpura. Era el año 1857. En poco más de seis meses la producción iba viento en popa. En las Casas Reales de toda Europa, este color se puso muy de moda con lo cuál el poder adquisitivo de Perkin subió como la espuma.

Investigó nuevos productos como, la alizarina, que se obtenía de la raíz de una planta, rubia, con la que se hacía un tono rojo intenso. Su empresa producía grandes cantidades de tinte, tanto para el sector textil como para otros sectores como el mobiliario. Pero la competencia de las industrias alemanas comenzaban a ser muy dura así que, en 1874, con 36 años y con un gran capital, decide vender su empresa y dedicarse a la investigación, su gran pasión hasta su muerte el 14 de julio de 1907. A lo largo de su vida recibió varios cargos honoríficos y medallas como reconocimiento de su labor y su aporte a la química.

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